El demandante en este caso, representado por Wagners, era un hombre sano y con éxito que decidió someterse a una prótesis de cadera electiva para aliviar algunos dolores y molestias persistentes. Aunque la intervención quirúrgica no tuvo consecuencias, y el demandante fue dado de alta pronto, experimentó un dolor repentino e intenso en la pierna mientras realizaba ejercicios, aproximadamente una semana después del alta hospitalaria.
Antes de salir del hospital, el demandante había recibido el número de teléfono de la consulta de su cirujano, por si tenía alguna complicación o preocupación tras la operación. Así que, cuando experimentó este repentino episodio de dolor, llamó a ese número. Por desgracia, su cirujano estaba de viaje.
Para asegurarse de que no habían surgido problemas postquirúrgicos graves, el demandante se quedó al teléfono y finalmente se conectó con el demandado, un médico residente en ortopedia que era responsable de las llamadas de los pacientes en ese momento. El demandante recuerda haber explicado sus síntomas a este médico residente y que le dijeron que no eran nada grave, y que debía quedarse en casa y hacer sus ejercicios. El médico residente no documentó nada en el historial del demandante sobre esta llamada telefónica.
Tranquilizado por este consejo médico, el demandante permaneció en su casa hasta que, tres días después, se manifestó un dolor importante en la pierna y, aunque el médico residente le volvió a asegurar que sus preocupaciones no eran graves, el demandante decidió ir al hospital y buscar atención médica en persona. Poco después de su llegada, los médicos descubrieron un problema vascular importante: tenía oclusiones bilaterales de la arteria poplítea que se extendían a las arterias tibiales. Aunque se hicieron esfuerzos para restablecer el suministro de sangre a sus piernas, el demandante finalmente tuvo que someterse a una amputación de la pierna izquierda por debajo de la rodilla.
En el juicio, la residente médica demandada negó que hubiera dicho al demandante que no se preocupara por el episodio de dolor intenso y repentino días antes de que se presentara en el hospital, pero esta defensa fue finalmente rechazada por el juez de primera instancia, que creyó en el relato del demandante y aceptó su testimonio como fiable y creíble. Por lo tanto, se determinó que las instrucciones dadas por esta residente por teléfono estaban por debajo del nivel de atención de un médico razonable con su nivel de experiencia, de modo que era responsable por negligencia médica de las consecuencias de ese asesoramiento inadecuado.
El demandante también logró demostrar que esta negligencia fue la causa de la amputación que le sobrevino, y se le concedió una indemnización por el dolor y el sufrimiento, el coste de sus necesidades de cuidados continuos, la pérdida de ingresos y otras pérdidas que sufrió como consecuencia de la mala praxis.
El texto completo de esta decisión está disponible en línea en